Todas las experiencias por las que pasamos en la vida dejan huella en nosotros. Esa huella será más o menos profunda, dependiendo del impacto emocional que nos hayan provocado. 

Las experiencias con carga emocional menor pasaran a ser almacenadas y archivadas en una memoria lejana, por lo que para ser recordadas, será necesario hacer un trabajo consciente para traerlas al presente. Sin embargo aquellas situaciones que más nos han afectado y movido, permanecen activas y presentes en nuestra memoria, en nuestro sótano o desván personal, en el fondo de nuestro ser. 

En ocasiones son vivencias de dolor que marcan y nos dejan heridos y otras de amor, alegría o ternura que llenan el alma y ocupan un lugar privilegiado en el corazón.

Ese desván personal es nuestro "no consciente". El subconsciente lo guarda todo, todo lo que deja huella queda allí almacenado. En ese cuarto escondido en la profundidad del alma se almacenan emociones, sensaciones, creencias limitantes y , traumas, complejos, frustraciones y también las alegrías que conviven con nosotros y que han ido formando esa parte tan importante en nosotros que llamamos nuestra personalidad.

Qué bueno es de vez en cuando entrar en ese cuarto y hacer limpieza, ver que cajas merece la pena conservar. Debemos deslizarnos en nuestro sótano, como el que entra en la cueva de Ali baba o en el interior de la lámpara del genio. Allí, colocados en cajas cerradas, están también tus sueños de niño, tus anhelos más profundos, tus viejas creaciones, tus deseos más íntimos. Cuanto bien hace mirar allí y que poca costumbre tenemos de hacerlo.

 Viajar hacia el pasado y ver los aprendizajes superados, los momentos mágicos que han habido en nuestra vida, nos coloca en el estado vibratorio necesario para seguir atrayendo lo mismo hacia nosotros en el momento presente. Pero... nos gusta más conservar y coleccionar lo que hemos colocado en otras cajas. Todo lo que queda encerrado dentro es importante, por doloroso que haya sido hay que atenderlo hasta liberarlo, soltarlo con amor y agradeciendo el aprendizaje. Hay que saber dejarlo ir y que no nos ocupe espacio dentro. Lo normal es querer esconder esas cajas, ponerles un precinto y que no se escape lo que hay allí metido por nada del mundo. Pero por mucho esfuerzo que pongamos... siempre quedan rendijas y cuando menos lo esperamos salen a la luz y nos recuerdan que están ahí esperando para ser sanadas.

Las Cartas OH fueron creadas por el artista mexicano Ely Raman en 1975 como un intento de llevar el arte al público en general, pero no fue hasta 1983 cuando el psicólogo alemán Moritz Egetmeyer las conoció e intuyó su utilidad como herramienta terapéutica para facilitar que sus pacientes pudieran exteriorizar su verdadero "yo" y sus auténticos sentimientos. Su fundamento se basa en varias teorías psicológicas, entre las que destacan los principios proyectistas del psicoanálisis y en el principio de figura y fondo propuesto por la terapia Gestalt, aunque también se apoya en otros conceptos como los aportados por Winnicott sobre el juego o el principio de oposición causalidad-sincronicidad de Carl Gustav Jung.

Las Cartas OH se han utilizado con éxito como complemento a muchas disciplinas terapéuticas: en el ámbito de la psicología, psiquiatría, técnicas de coaching personal, empresarial, como acompañamiento a la terapia floral y en diversas ramas de las terapias naturales. 

Las Cartas OH pueden aplicarse para tratar cualquier dificultad, tanto en adultos como en niños. Ante una situación conflictiva sin salida aparente, las Cartas OH nos ayudan a enfrentarnos a estas situaciones complejas de una manera fácil y creativa.

Las Cartas OH permiten llegar al subconsciente de manera fácil y rápida, y son una excelente herramienta para poder describir los sentimientos y pensamientos que de otra forma no se consiguen.

Testimonios